Ahora el temor masculino no se refiere al miedo inconsciente a perder el rumbo por enamorarse de una mujer, ahora tememos ser devorados en otros campos: el económico, el profesional, incluso el sexual por una mujer que acecha. La masculinidad histórica no ha podido reaccionar frente a una mujer que está reafirmando su independencia y pasa a ser la proveedora emocional y material de los hijos. El machismo, otra de las manifestaciones del miedo a la mujer, pierde su sustento y la idea del hombre proveedor sobre la cual se fundamentó la identidad y seguridad del hombre ha disminuido su fuerza. Incluso en las situaciones donde perdura el estereotipo de “la mujer de la casa”, destinada básicamente al cuidado de los niños y el hogar, dependiente e inactiva económicamente, o el de la mujer hermosa y frágil, dedicada exclusivamente el cuidado de su físico, el ocio o la sociabilidad, han ocurrido transformaciones sutiles, ocultas en los modelos tradicionales.
Si existen mujeres que ganan más económicamente que un hombre, o que tienen cargos de liderazgo superiores ¿cómo podemos entender nuestra masculinidad? ¿Cómo es posible seguir siendo alfa cuando estamos en una oficina con una mujer alfa?
Una de las consecuencias más interesantes que ha traído el miedo del hombre a la mujer es que, en muchos casos, la visión que tiene la mujer de sí misma la ha construido a partir del miedo que el hombre le ha tenido a ella. Pareciera incluso que la mujer llegara en ocasiones a temerse a sí misma. He escuchado de forma constante a mujeres decir que es mejor tener amigos hombres porque son más leales que las amigas mujeres, o escuchar que dicen que es mejor un enemigo hombre que una enemiga mujer, que es más traicionera, desleal y sin corazón.
Los movimientos feministas si bien abrieron un espacio de discusión en pro de la igualdad, en muchos casos derivaron en una competencia de géneros, que en el fondo, no satisfizo por completo a las mujeres. Es común oír que en la actualidad los hombres se sienten más amedrentados con las mujeres y que ellas, a su vez, sienten que pierden feminidad al tener que competir en entornos masculinos y pensar que tienen que ser varoniles para sobresalir. Para las mujeres el adquirir importantes cargos políticos, económicos o militares no resuelve las más profundas inquietudes femeninas, ni sus anhelos románticos.
Para nosotros los hombres, la liberación sexual ha sido un arma de doble filo, por un lado permite encontrar entornos sexuales de forma más abierta, trascender la barrera de la virginidad hasta el matrimonio y establecer más relaciones casuales lejanas al tabú. Así mismo, el hombre enfrenta el temor a la mujer promiscua, liberal, que vive su vida sexual de forma independiente, abierta y con exigencias altas de desempeño, esto ha generado hombres con miedo de la libertad sexual femenina y mujeres orgullosas de su libertad que se la restriegan en la cara a los hombres, diciéndoles “si quieres estar conmigo los estándares son muy altos, te voy a pedir mucho pero mucho placer.”
Dice Jean Delumeau en “El miedo en occidente”:
“En el inconsciente del hombre la mujer suscita una inquietud, no sólo porque ella es juez de su sexualidad, sino porque él la imagina insaciable, comparable al fuego que hay que alimentar sin cesar, devoradora como la mantis religiosa. La mujer le resulta ‘fatal’. Ella le impide ser él mismo, realzar su espiritualidad, encontrar el camino de su salvación. La mujer es acusada de ser un ‘placer funesto’, de haber introducido a la tierra el pecado. El hombre busca un responsable de haber perdido el paraíso terrestre y encuentra a la mujer.”
La pregunta de reflexión que quiero dejar con este escrito, es cómo es posible dar el paso del miedo a la mujer a la colaboración con ella. Cómo romper el lazo de dominación que muchas ya han establecido sobre los hombres. Cómo recuperar la masculinidad para recuperar el respeto perdido, mostrar confianza y recuperar la igualdad en las vidas de muchos hombres.
Creo que una primera respuesta está en revisar para nosotros que es ser hombre, varón, masculino, y qué es lo que en realidad es una mujer. Y a partir de allí revisar nuestros miedos, y cómo algunas los utilizan como mecanismo de poder y manipulación. Es importante saber que la idea no es discutir, o remontar la ventaja, es simplemente recuperar espacios de autonomía, de libertad, de capacidad de decir que NO, de hacer las cosas como consideramos que son correctas, de poder enfrentar una discusión si ella es fruto de tomar nuestras propias decisiones.
Un seductor no puede seducir a una mujer sobre la base del miedo que se les tiene porque son muy hermosas, o porque son demasiado libres e independientes, o porque se proveen a sí mismas. En el fondo ellas siguen teniendo las mismas necesidades afectivas, son las mismas niñas que jugaban a las muñecas y que quizá tienen sueños y metas, que tienen un centro emocional que puede ser estimulado si sabes cómo acercarte a él, pasando por encima de la superficie tosca que ha inventado para desconcertar a los hombres y a las demás mujeres. Como hombres debemos desarrollar ese mismo exterior lleno de seguridad, que obviamente debe corresponder a un interior idéntico, y dejar el miedo y reemplazarlo por seguridad. Quizá ese sea el camino por el cual muchos hombres pueden recuperar el respecto de las mujeres que los rodean.
Ahora estoy estudiando los arquetipos del miedo femenino en la mente histórica de los hombres. Espero pronto poderles compartir algunos de estos: las diosas, las brujas, las vampiresas, las hechiceras. Esto quizá nos ayude a exorcisar más de un demonio que tenemos presente en forma de mujer en nuestras mentes.
Escrito por Álvaro Bonilla (1978)
Psicólogo de la Pontificia Universidad Javeriana
Filósofo de la Pontificia Universidad Javeriana
Licensed MasterPractitioner PNL avalado por Richard Bandler, Life Coach,
Candidato a Master en Psicología del Consumidor de la Universidad Konrad Lorentz
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