miércoles, 15 de junio de 2011

La salud no tiene edad

Tenemos una cultura o costumbre ya hechas vicio, que nos cuidamos la salud cuando sentimos alguna dolencia, nos duele algo u observamos algo extraño en nuestro cuerpo, y muchas veces ni siquiera hacemos caso a estas advertencias, las pasamos desapercibidas pensando “no es nada” “es un simple dolorcito” ,  a veces hasta lo comentamos a manera chistosa “hoy, me amaneció doliendo esto o aquello”. También pensamos que estamos jóvenes y que no tenemos edad para enfermarnos, eso es para viejos. Porque además asociamos le vejez con enfermedad.
Si observamos un poco, y analizáramos lo que vemos,  nos preguntaríamos ¿porque en los consultorios, hospitales, y centros de salud vemos personas de todas las edades? Y además en grandes cantidades… los servicios infantiles están tan copados como los de adultos.
La respuesta es simple  la salud no tiene edad,  contrariamente a lo que pensamos o creemos.  El ser humano puede enfermar desde el vientre materno, o desde allí traer la impronta que lo marcará para toda su vida, muchas veces conocida como enfermedades genéticas.  Luego puede adquirirlas desde el momento en que nace durante toda su infancia sobre todo en época de lactancia, valga decir en sus primeros meses de vida, allí depende de los cuidados maternos, que lamentablemente muchas veces están viciados por usos y costumbres, informaciones equivocadas transmitidas por las abuelas, tias, amigas, etc.  Estas informaciones o instrucciones no es que sean malas, y tienen toda la carga de la buena intención, pero muchas veces traen la coletilla de “yo siempre lo hice así”,  dicho sea de paso muy común en nosotros, cuando no aceptamos y/o nos cerramos a un nuevo entendimiento. Pero de cualquier forma debemos tener presente que la condición de siempre haber hecho algo de una forma no quiere decir “que está bien hecho”.  Sin contar que el hecho de que nuestros ancestros no tenían a la mano toda la gama de conocimientos a la cual hoy tenemos acceso, pero si tenían algo a su favor un mundo menos contaminado,  por lo que era difícil observar alguna reacción negativa. Por ejemplo, si comemos alimentos sanos, del productor a la mesa, sin químicos, no transgénicos, frescos, de nuestro huerto, por muy inadecuada o incompatible que sea nuestra dieta, no nos hará mayor daño. Será digerible y tolerable por nuestro organismo.
De aquí, la gran responsabilidad que tienen las madres desde que llevan a sus bebes en el vientre, en sus primeros meses y años de vida.
Luego vamos saliendo de este período, nos hacemos adolescentes y ya empezamos a decidir que hacer, que comer, cuando y donde. Por supuesto sin una orientación e información adecuada, generalmente seguimos las costumbres de nuestras casas, a las que añadimos mucha comida chatarra porque es lo que consumen nuestros amigos, el grupo, en el liceo, porque no nos da tiempo de comer en casa por los estudios, etc., excusas sobrarán.  Así empiezan los niños, adolescentes y jóvenes a presentar síntomas de alteraciones de salud, desde un acné, hasta ya la obesidad, que vemos comúnmente en nuestros estudiantes.   A lo que también los padres toman como algo común, o sin importancia, o normal. A las niñas se les dice “eso es por la adolescencia”, “es cuando te viene la menstruación”,  en cuanto a la obesidad y otros síntomas opinarán “es porque el niño come mucho”,  o en el caso de la falta de concentración, dificultades de aprendizaje, somnolencia,  y otras anomalías que podamos observar “es que se agota con los estudios”. En fin , a todo le buscamos la causa en una situación de normalidad que no existe.  Esto sin contar todas las situaciones de estrés que en este sistema viven los niños desde temprana edad, desde abandonar el hogar para pasar el dia en guarderías en manos de personas extrañas, hasta los conflictos familiares que tienen observar en sus casas, y por los cuales la mayoría de los adultos no nos preocupamos en cómo pueden afectarlos, porque total “ es un niño, es un muchacho, esos no se dan cuenta de nada, esos no le paran a nada”
Y así seguimos hasta la Universidad, luego al trabajo,  vienen mayores responsabilidades, formamos una familia, etc, con este ritmo nos hacemos adultos,   sin cuidar, preocuparnos o atender nuestra salud. 
Entonces,  ya es tiempo de preguntarnos:
¿Tuvimos o no un buen cuidado pre y post natal?
¿Genéticamente que impronta traemos?. Cuales será nuestras zonas de alarma.
¿Cómo fue nuestra etapa infantil, de adolescencia y juventud?  Que comimos? Como dormimos? Como eran nuestra relaciones sentimentales con nuestros familiares y amigos? Como fue nuestro factor emocional?
Si somos adultos ¿Cómo y que estamos viviendo ahora?
¿Qué síntomas y señales hemos presentado desde niños? Muchas de estas serán indicativos de las patologías que padeceremos de adultos y/o adultos mayores.
Esta reflexión nos ayudará a ver que nuestras afecciones se presentaron desde niños, que enviaron su alerta a tempranas edades.  Y que el ser humano enferma a cualquier edad…
Beatriz Castillo
15-06-2011

No hay comentarios:

Publicar un comentario